ACTIVIDAD 5. REFLEXIÓN FINAL

Al inicio de esta asignatura, mi comprensión sobre las prácticas artísticas colaborativas era limitada y, en gran medida, estaba mediada por una visión simplificada del trabajo colectivo en el arte. Consideraba que se trataba, fundamentalmente, de proyectos realizados por varias personas, sin atender a las implicaciones políticas, éticas o metodológicas que conllevan estas prácticas. A medida que se sucedieron las actividades propuestas, esta concepción fue transformándose a partir de los referentes teóricos, el análisis de casos, la propia vivencia del trabajo en grupo o la oportunidad de debatir con compañeros y una experta.

La primera actividad ha sido el punto de partida para delimitar el concepto de arte colaborativo. A través de la definición del término y el diálogo con los debates,, comprendí que la colaboración en el arte no es únicamente una cuestión de participación conjunta, sino que implica un posicionamiento específico que afecta al rol del artista, a la autoría, a las relaciones entre los agentes y a la propia finalidad del proceso artístico. La colaboración aparece, así, no como una herramienta secundaria, sino como una estructura central que define el sentido mismo de la práctica.

La segunda actividad permitió consolidar estos aprendizajes mediante el análisis colectivo de un caso de estudio. En nuestro grupo, trabajamos sobre el proyecto “La gata perduda”, una ópera comunitaria impulsada por el Liceu de Barcelona. El estudio del proyecto evidenció el grado de complejidad que supone diseñar, implementar y sostener una práctica artística de carácter colaborativo. A través de esta actividad, pudimos identificar los diferentes agentes implicados, los recursos movilizados, las metodologías utilizadas y las estrategias de evaluación y comunicación desarrolladas. Asimismo, el análisis del caso visibilizó tensiones como la relación entre instituciones y comunidades, la sostenibilidad de las propuestas o los modos de representación adoptados. Además, cabe destacar que el trabajo en grupo fue una experiencia especialmente positiva. La colaboración con mis compañeras se desarrolló en un clima de respeto, responsabilidad compartida y compromiso, lo que facilitó una organización fluida y un intercambio de ideas muy enriquecedor. Esta vivencia no solo ha permitido una comprensión práctica del contenido, sino que también ha consolidado el aprendizaje desde una experiencia directa de cooperación.

Por su parte, la tercera actividad profundizó en el marco teórico que sustenta estas prácticas. La lectura de textos como los de Hugo Cruz, Del Río y Collados, y Claire Bishop, nos ha permitido ampliar y matizar los enfoques anteriores. En particular, me ha resutado relevante el debate en torno a la tensión entre valor estético y valor social, y a los modos de implicación del artista y del público en los proyectos. A partir de estas lecturas, podemos comprender que las prácticas artísticas colaborativas no pueden analizarse desde una única lógica, ya que responden a múltiples formas de relación, a distintos niveles de participación y a marcos institucionales y políticos diversos. La crítica de Bishop, por ejemplo, permite poner en cuestión ciertos supuestos sobre la bondad inherente de lo colaborativo y nos invita a reflexionar sobre los criterios de valoración que se aplican en estos contextos. Esta actividad creo que es clave para adquirir herramientas conceptuales que permiten situar cada proyecto en su especificidad, atendiendo tanto a su dimensión formal como a su estructura relacional.

En la cuarta actividad, el foco se trasladó a las políticas culturales y a las condiciones que posibilitan o limitan las prácticas colaborativas. El análisis de convocatorias culturales nos da la oportunidad de observar cómo estas prácticas no se desarrollan en el vacío, sino que están profundamente condicionadas por los marcos institucionales y normativos que las regulan. Estudiar convocatorias como Micelio, Cultura Resident o Arte por venir permitió identificar los objetivos, destinatarios, tiempos, recursos y modos de colaboración que cada una prioriza. Esta tarea ha sido especialmente útil para comprender cómo los marcos de financiación y apoyo afectan de manera directa a la configuración de los proyectos y a sus posibilidades de desarrollo y continuidad. A su vez redactar una propuesta adaptada a una de estas convocatorias supuso un ejercicio de síntesis y concreción, al obligar a articular una idea coherente con los criterios exigidos, pero también con una visión crítica de lo que implica hacer arte en relación con otros. ( y que me guardo en el tintero como posible puesta en práctica). Tampoco quiero pasar por alto el contar con una experta en la materia, ya que nos pone en situación real en este tipo de prácticas.

A lo largo de toda la asignatura he podido identificar un cambio progresivo en mi manera de concebir el arte colaborativo. Lo que en un inicio entendía como una práctica centrada en lo colectivo, lo comprendo ahora como un campo complejo que implica repensar el papel del arte, del artista, de los públicos y de las instituciones. He aprendido que la colaboración no garantiza por sí sola un impacto positivo, y que su efectividad depende en gran medida de los marcos metodológicos, relacionales y políticos en los que se inscribe.

Como artista, este aprendizaje me ha llevado a replantear la manera en la que entiendo mi propia práctica. Más allá de si en el futuro desarrollo proyectos colaborativos en sentido estricto, esta asignatura me ha hecho consciente de la necesidad de situar cada propuesta en un contexto determinado, de atender a las relaciones que se activan en el proceso y de considerar las condiciones materiales que lo hacen posible. La parte de la materia que más influirá en mi trabajo es aquella que se refiere a la metodología de trabajo relacional y al diseño de procesos que integren a otros agentes de forma no instrumentalizada. Me interesa seguir explorando cómo el arte puede actuar como mediador en contextos específicos, desde una lógica de co-creación y no de representación.

“El arte no es un objeto, es una estrategia para entender el mundo.”
Luis Camnitzer


A continuación os delo el video debate de La Gata Perdida, en el que el tiempo se nos hizo corto para todo lo que podríamos contar.

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PRÁCTICA. LA CASA LATE

A continuación os dejo un podcast explicando «La Casa Late»

Del mismo modo, os comparto un vídeo de mi instalación sonora.

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Y por último, mi dossier

Espero que lo disfrutéis tanto como yo haciéndolo.

Nos oímos.

MEMORIA FINAL DEL PROYECTO «ANATOMÍA DE UNA IMAGEN»

A veces las imágenes no se dejan mirar, o no del todo. Se muestran como superficies cerradas, impecables, quietas. Este proyecto nace justo de la necesidad contraria, es decir, abrir la imagen, entenderla como un cuerpo vivo, con capas, tejidos, silencios. Anatomía de una imagen es una exploración visual y poética que parte de una intuición

Durante el proceso, he trabajado se ha trabajado con técnicas fotográficas, cianotipias, collage y transparencias, interviniendo cada pieza como si fuese un archivo emocional en constante transformación en donde se actualizan los mitos Extremeños.

PRE-EMTREGA PRÁCTICA

LA CASA LATE

Comparto por aquí mi propuesta (pre-entrega) final para el Taller de Arte Sonoro. Es una instalación muy sencilla, casi íntima, que parte de mi casa como espacio vivo, y de la escucha de lo cotidiano: los ruidos suaves, los gestos repetidos, los silencios entre cosas.

Me di cuenta de que siempre intentamos conservar imágenes de los grandes momentos (viajes, celebraciones, logros) pero muchas veces olvidamos esos sonidos mínimos que acaban definiendo nuestra forma de estar en el mundo. En mi caso, la presencia de mi hija pequeña marca el ritmo de todo lo que suena. Su risa, sus pasos, sus silencios también.

La casa late no pretende documentar nada, ni ser espectacular. Solo quiere invitar a escuchar con otros oídos, con más atención y menos prisa.

Os dejo aquí el PDF con toda la propuesta, montaje, referencias y detalles.
Gracias por leer, (y por escuchar).

RETO 4. RUMIAR COMO LOS CAMELLOS

Hola clase!

Os comparto mi ensayo del Reto 4. «Rumiar como los camellos». El texto gira en torno a Anatomía de una imagen: Cirugía visual del collage y la fotografía, una investigación visual en curso que parte de la intervención fotográfica como gesto poético y político.

A través de seis piezas inspiradas en mitos extremeños, abordo cuestiones contemporáneas como la hiperconectividad, la exclusión, el linchamiento digital, la crisis ecológica o la autonomía femenina. Cada imagen actúa como un cuerpo abierto que dialoga con el territorio, los materiales y las tensiones de lo cotidiano. La deriva metodológica, el trabajo con técnicas mixtas y una mirada situada han sido claves en este proceso.

Nos leemos.

PRESENTACIÓN INTERMEDIA DEL PROYECTO

“Anatomía de una imagen”
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Hola,  os comparto este vídeo como parte del proceso de mi proyecto «Anatomía de una imagen». No es una obra acabada ni una presentación formal. Es más bien un trozo del camino que estoy llevando con sus idas y venidas. Es una especie de diario hablado donde intento ordenar ideas, sensaciones y dudas.

Durante semanas estuve haciendo fotos en la calle, recogiendo imágenes sin saber muy bien hacia dónde iban. Me gustaban, sí, pero no lograba encontrar un hilo que las uniera. Me sentía perdida, como si tuviera muchas piezas de un puzzle pero sin la imagen de la caja.

En el vídeo hablo justo de eso, del bloqueo, de esa sensación de estar haciendo cosas sin entenderlas del todo. Pero también cuento cómo, de repente, en uno de esos momentos en los que dejas de forzar y simplemente observas, empezó a surgir una idea que lo hilaba todo: pensar la imagen como un cuerpo. Un cuerpo con capas, con órganos, con heridas incluso. Algo que se puede diseccionar, intervenir, curar.

Esa idea me ayudó a empezar a ver conexiones. A imaginar cómo podría usar la cianotipia como si fueran radiografías, impresas sobre acetato, flotando en el espacio.

En ese camino también apareció otra cosa que me toca mucho que son los mitos extremeños. Empecé a ver que algunas de las imágenes que estaba tomando hablaban precisamente de eso, de leyendas, de lo natural, de lo ancestral. Y me apetece incorporar esa parte simbólica, como una forma de crítica suave pero firme a lo contemporáneo. A cómo nos relacionamos con la tierra, con el cuerpo, con la memoria.

En fin, este vídeo es un trozo de ese proceso. No es limpio ni cerrado, pero es real. Si al verlo te resuena algo, si tienes preguntas o simplemente quieres compartir una impresión, estaré encantada de leerla. Gracias por acompañarme en este tramo del viaje.

Nos seguimos leyendo.

 

R4.3. SEGUNDA ITERACIÓN

SEGUNDA ITERACCIÓN
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FICHA TÉCNICA

Título: 404. Fundido a negro. Vol.II
Autora: GdelaK (Gloria R. de la Calle Nieto)
Año: 2025
Duración: 5’55’’
Formato: Acción performativa registrada en vídeo
Lugar de realización: Espacio doméstico / Salón (Cáceres, España)
Registro: Vídeo monocanal (HD, sin edición)
Idioma: No verbal

ELEMENTOS ESCÉNICOS
  • Bol de vidrio transparente con agua (centro de acción)
  • Proyección lateral con tablet (imágenes distorsionadas deel apagón del 28 de abril de 2025)
  • Vela encendida (única fuente de luz junto a la proyección)
  • Objetos simbólicos introducidos en agua:
    • Monedas (colapso del sistema económico)
    • Cuchara y tenedor (imposibilidad de cuidados básicos)
    • Batería extraíble (dependencia energética)
    • Tinta negra líquida (apagón, opacidad, disolución)
ELEMENTOS CORPORALES Y DE VESTUARIO
  • Vendaje en los ojos (representación de la vulnerabilidad sensorial en el apagón)
  • Vestuario: ropa negra, cabello recogido, labios rojos (presencia ritual, sobriedad, contención)
  • Actitud corporal: estática, seria, sin expresión facial explícita
CONDICIONES TÉCNICAS DEL REGISTRO
  • Cámara fija (plano general)
  • Iluminación ambiental mínima (vela + proyección)
  • Sonido ambiente real (sin banda sonora añadida)

«404. FUNDIDO A NEGRO. VOL.II» – SEGUNDA ITERACIÓN

GDELAK. ACCIÓN PERFORMATIVA (2025)

Esta segunda iteraciónde “404. Fundido a negro. Vol.II” no busca repetir, sino reaparecer desde otra materialidad. La primera versión nació del impacto inmediato del apagón masivo del 28 de abril de 2025. En ésta, más contenida y ritual, el foco se desplaza, no sólo representado el colapso, sino encarnarlo en sus gestos mínimos, torpes, vacilantes. El cuerpo no está para mostrarse, sino para habitar la grieta. Como propone André Lepecki, me interesa resistir la obligación de aparecer.

La acción tuvo lugar en mi salón (tomado como espacio doméstico donde se nos invitó a que viviéramos el apagón), de noche. No hubo escenografía. Solo una vela encendida y la proyección lateral de una tablet que lanzaba imágenes fragmentadas de ese día sobre un bol de agua. Sentada frente a ese bol, vendada, vestida de negro, con el pelo recogido y los labios rojos. Mi cuerpo estaba presente, sí, pero desplazado: estático, ciego, sin énfasis dramático.

La venda sobre los ojos es una decisión central, ya que quería encarnar el apagón desde la vulnerabilidad perceptiva, sin ver, sin anticipar, sin controlar. Cada gesto al coger un objeto era incierto, tembloroso. El cuerpo titubeaba. El lenguaje del apagón era ese en definitiva, confusión, desorientación, silencio.

Cada objeto que introduje en el agua cargaba una dimensión simbólica precisa:

  • Las monedas representaban la fragilidad del sistema económico, la dependencia de lo digital y la incapacidad de funcionar sin electricidad, el dinero que no circula y el valor que se desactiva.
  • El tenedor alude a los cuidados interrumpidos, al gesto cotidiano de alimentar que se vuelve imposible en un apagón: cocinar, calentar un biberón, poner un plato sobre la mesa.
  • La batería extraíble encarna el deseo desesperado de conexión, de prolongar el funcionamiento de un sistema que ya ha fallado; objeto convertido en fetiche de supervivencia. De ahí que se cree esa tensión al no acabar de caer y ver cómo el brazo la refleja en su balanceo involuntario.
  • La tinta negra, por último, era el apagón mismo: opacidad que se expande, lenguaje que se disuelve, visibilidad que se ahoga. Una metáfora líquida del miedo, de la pérdida de control.

El agua funciona como superficie especular y distorsionante. La imagen proyectada, los colapsos pixelados, los discursos mediáticos vacíos se fragmentan con cada movimiento. El vídeo no es un fondo, sino una materia viva que vibraba con el agua y con mi cuerpo.

Como me sugirieron algunas compañeras, trabajé conscientemente el desfase entre imagen y acción, entre presencia y disolución. La única banda sonora era el crujido de la vela y el temblor del líquido.

Y entonces, la vela. En principio, iba a hundirse como los demás objetos. Ese era el gesto esperado. Pero no fue así. La vela, en su lógica propia, se apaga con un soplido, como si cerrara la acción desde dentro. No cae, no es sumergida. Ese detalle inesperado transforma el final en un gesto circular, al comenzar la acción en penumbra y cerrar con la misma oscuridad con la que nació. Sin aplauso, sin corte, sin clímax.

En esta iteración no me interesaba construir una narrativa clara, sino abrir una experiencia performativa ambigua, afectiva, material. No quise hablar del apagón, sino dejarme afectar por él: ser su eco, su resto, su cuerpo apagado.

BIBLIOGRAFÍA

Lepecki, A. (2006). Exhausting dance: Performance and the politics of movement. Routledge.

Sayak Valencia, S. (2019). Capitalismo gore (2ª ed.). Paidós.

Vidiella Pagès, J., & Ferrete Vázquez, J. (2022). Fundamentos del performance art [Recursos en línea]. Universitat Oberta de Catalunya. https://arts.recursos.uoc.edu/fonaments-performance/es/

López Gabrielidis, A. (2022). Cuerpo de datos. En Fundamentos del performance art. Universitat Oberta de Catalunya. https://arts.recursos.uoc.edu/fonaments-performance/es/

ENTREGA A2

«LO QUE NO SE DIJO»

MÓDULO 8. POESÍA FONÉTICA Y ACCIÓN

EXPLORACIONES FONÉTICAS

Durante estos días he estado sumergida en un proceso de juego y experimentación con la voz. En cierto modo ha sido como volver a la infancia y jugar con as palabras y su sonoridad, de hecho me recuerda al protolenguaje de los niños pequeños.

En este módulo he trabajado a partir de las propuestas planteadas,, moviéndome entre la poesía fonética, la improvisación vocal y la acción performativa. El punto de partida ha sido la curiosidad por lo que sucede cuando despojamos a la palabra de su función comunicativa y nos quedamos únicamente con su materia sonora. Esa “otra voz”, que no informa ni explica, pero que pulsa, respira, se quiebra, se dispara.

Empecé por recopilar veinte palabras que me gustan por cómo suenan: musgo, cristal, risa, trueno, llama, pez, hielo, tambor, eco, sombra, nube, clavo, zócalo, solapa, bufón, menta, chicle, graznar, burbuja, piel. Me interesaba crear una secuencia de máximos contrastes, así que fui ordenándolas para que chocaran entre sí en ritmo, textura o timbre. La lectura en voz alta (variando intenciones, volúmenes, respiraciones) convirtió la lista en una especie de partitura intuitiva, donde cada palabra era un gesto. Algunas se alargaban hasta deshacerse, otras aparecían como latigazos. Ya no eran significantes: eran cuerpo.

Después decidí trabajar con sílabas sueltas. Seleccioné diez al azar (lu, tra, so, be, pi, ma, za, chi, do, ne) y comencé a combinarlas libremente, como si fuera un collage oral. Nacieron palabras como lutra, sobe, pima, nechi, trane, chiza… y con ellas, construí una pequeña pieza:

Trane chiza, dolo solu, bepido,

Nachi lupi, dozana, chomapi.

Sunetra canta, bepichi se esconde,

Neproza tiembla, domabe respira.

Este poema fonético recuerda a los mantras que llevan al trance y  al leerlo con distintas entonaciones, notaba cómo el cuerpo se dejaba arrastrar por los sonidos, cómo se convertía en una danza involuntaria de la boca y del aliento. No había mensaje, pero sí había un ritmo interno.

Yendo un paso más allá y explorar el fonema como unidad mínima de sentido sonoro. Seleccioné diez fonemas (/s/, /p/, /k/, /l/, /r/, /t/, /u/, /e/, /o/, /i/) y comencé a improvisar con ellos, jugando con intensidades, duraciones y alturas. Lo que surgió fue casi una pieza musical, una especie de mantra descompuesto que me recordaba a ciertos cantos rituales. La repetición funcionaba como vehículo para entrar en otro estado, donde el habla se vacía de semántica y se llena de presencia.

En mitad de estas exploraciones inventé una palabra: “Glintaruk”. No tiene sentido en ningún idioma que yo conozca, pero se dejó querer rápidamente. La repetí una y otra vez, como si fuera una palabra mágica o una contraseña. Probé a decirla enfadada, riendo, con miedo, como pregunta, como susurro. Me sorprendió lo mucho que podía variar la carga emocional de una sola palabra inexistente. “Glintaruk” se volvió un espejo de estados internos.

Con todo este material quise probar una dinámica dialógica. Propuse una especie de discusión performativa con otra persona (mi pareja)a partir del poema inventado. Cada una lo interpretaba con una intención distinta: yo como si fuera una arenga poética, ella con un tono completamente plano, mecánico. A medida que avanzábamos, surgía una tensión absurda y creciente que desembocaba en gritos y finalmente en un intento de conciliación. La situación era absurda, sí, pero reveladora: estábamos dramatizando sin contenido, únicamente a partir del tono.

Por último, tomé una noticia de un periódico y la leí como si estuviera narrando el tráiler de una serie de Netflix: épico, emocional, con un ritmo rápido y tono seductor. El resultado fue tan desconcertante como efectivo. El desajuste entre forma y contenido generaba incomodidad y risa a partes iguales. Me recordó a cómo en el mundo audiovisual se estetiza el dolor, el trauma, la muerte, para hacerlo digerible o vendible.

Como referencias de fondo, me acompañaron durante todo el proceso artistas como Jaap Blonk, cuya versión del Ursonate de Kurt Schwitters me parece un punto de no retorno para quienes trabajamos con la voz. También Laurie Anderson, que me sigue enseñando que la tecnología puede convivir con lo poético, y que la voz procesada no pierde humanidad, sino que se transforma en otra cosa. Y por supuesto, la escucha atenta a las propuestas de Carlos Suárez y Edu Comelles, que en otros módulos me ayudaron a afinar la oreja y pensar en el sonido como material vivo.

Me quedo con ganas de seguir explorando este terreno, tal vez en forma de instalación sonora, de partitura escénica, o incluso de objetos que respondan a la voz. Lo que me interesa ya no es tanto hablar, sino hacer vibrar.

Un saludo y os leo